Dios los creó varón y mujer
(Génesis 1, 27)
De aspecto alejado de la escualidez que es rasgo de ascetismo, el clérigo Marcelo Colombo ostenta el rango de arzobispo de Mendoza desde 2018, y presidente, desde 2024, de la Conferencia Episcopal Argentina. Antes, desde 2013, fue obispo de La Rioja. Vale decir que su ascenso en la jerarquía se inscribe en el ciclo eclesial bergogliano (aunque su primer episcopado diocesano data de 2009, en la lejana San Ramón de la Nueva Orán, en Salta). Una vez más, todos los caminos de este escandaloso descenso en la calidad de nuestros clérigos que han logrado lugares de autoridad pastoral, conducen a Bergoglio.
No es en modo alguno el “jefe de la Iglesia” argentina, como se ha dicho erróneamente, porque el jefe de la Iglesia de la Argentina, o de cualquier otra nación, es el Romano Pontífice.
Pero, sin duda, ocupa una posición de relevancia en la corporación católica, ya sea por su condición episcopal, ya por su cargo en el organismo permanente que nuclea a los obispos del país.
En rigor, no podría decirse de él que sea una figura especialmente influyente, ni en lo pastoral ni en lo teológico. Pertenece más bien a esa inmensa legión del clero mediocre y anodino, salido de las matrices formativas del progresismo liberacionista, con especial militancia en la cuestión de los derechos humanos (de los activistas de izquierda, por supuesto), en el surco ideológico de sus colegas en el episcopado Novak (quien lo ordenó como presbítero en Quilmes, en 1988), Hesayne y De Nevares, una tríada cuyas orientaciones ideológicas fueron de sobra conocidas. Si aquel fue el árbol ¿qué cabe esperar del fruto?
Pero Colombo ha adquirido una repentina notoriedad a raíz de sus declaraciones de apoyo a la marcha organizada por el colectivo LTBGIQ+, que pueden leerse en Internet.
Los fundamentos de su simpatía por la marcha son, una vez más, una repetición de lugares comunes que aluden a la supuesta discriminación vernácula de las personas homosexuales. Solamente he de resaltar un párrafo de sus dichos, cuando afirma su adhesión a esa marcha, pues será, según su prisma, “en defensa de la libertad y la dignidad de los grupos y personas que luchan por un mundo más justo e igualitario«.
Es evidente que el arzobispo Colombo no se ha enterado de que la igualdad de las personas homosexuales ante la ley argentina ha sido ya alcanzada con la sanción del llamado “matrimonio igualitario”. Con esa conquista civil, como alguna vez señaló el lúcido pensador y activista homosexual Juan José Sebrelli, cesó la necesidad de una “lucha” de la minoría, y toda movilización posterior entra ya en el terreno de la pretensión de privilegios a favor de esa misma minoría.
¿Por qué el arzobispo Colombo adhiere a la movilización del colectivo de la diversidad sexual? ¿Acaso se apalanca en esta coyuntura para expresar su oposición al gobierno o su discrepancia con las declaraciones presidenciales en Davos?¿cree él en la ideología de género? ¿apoya el lobby LGBTIQ+? ¿es un homosexual que aún no salió del closet?
Vaya uno a saberlo. No poseo las respuestas.
Lo cierto es que su apoyo explícito a esa marcha -donde hubo situaciones de exhibicionismo pornográfico, incluso habiendo menores de edad-, aún revestido de razones edulcoradas de tolerancia dialoguista, contradice no sólo el mínimo pudor de las personas honestas (que no podemos más que sentir asco frente a algunas fotografías del evento que se han publicado en los medios de prensa y en las redes sociales), sino que se da de patadas con aquel versículo del Génesis (vale decir, de un libro que integra las Sagradas Escrituras admitidas como canónicas por el catolicismo) que dice que Dios imprimió en la creatura humana la marca diferenciadora y complementaria de dos sexos: varón y mujer, portadores ambos de la imagen y semejanza del Creador y base nuclear del concepto tradicional de la familia, a la luz del derecho natural.
En cuanto a las cuestiones de las preferencias o las inclinaciones o las elecciones sexuales personales, verificadas en la esfera inviolable de la vida privada, cada individuo habrá de dar cuenta ante su conciencia y ante Dios, si acaso existe. Del mismo modo que el arzobispo Colombo deberá dar cuenta de su fidelidad al Evangelio de Cristo y del escándalo que supone su apoyo a una movilización con intenciones políticas y clara confrontación con los valores cristianos que han dado cimiento histórico a la Argentina y que han sido el primer catecismo doméstico de tantísimas familias.
Autor: Oscar Andrés De Masi
Foto: Pexels.com (Brett Sayles)
